Ansiedad: desencadenantes y "atajos" en el procesamiento de la información

 Antes de proceder con esta nueva entrada sobre la ansiedad, es muy importante conocer los conceptos básicos de la ansiedad como emoción y la ansiedad patológica, y de ello hablo en la siguiente entrada: "La ansiedad y la complicación en su delimitación conceptual". 

Como bien explicaba en esa entrada, la ansiedad es algo diferente al miedo, a la angustia, al estrés; además, la ansiedad se ha tratado como emoción básica y adaptativa, y la ansiedad como patológica o desadaptativa; por lo tanto, partimos de la base de que es un concepto muy complejo ya que engloba definiciones muy diferentes. En esta entrada abordaremos cómo procesamos la información cuando experimentamos ansiedad, todos los errores en este sistema y cómo se compensan, qué estímulos producen la ansiedad y qué hace nuestro cerebro para no volverse definitivamente loco ante esta emoción tan compleja y activadora. Esta entrada es especialmente importante para personas que hayan experimentado ansiedad alguna vez, la sigan experimentando o conozcan a gente que la experimenta para entender cómo funciona, que es uno de los pasos más importantes para tratarla (psicoeducación), y para dar nombre y voz a los procesos mentales o cognitivos (en el pensamiento, la memoria, la atención...) que surgen en la ansiedad y que a veces se antojan extraños y peligrosos, pero que son finalmente resultado de esta emoción a través de un largo bagaje evolutivo

Desencadenantes de la ansiedad

Los desencadenantes de la ansiedad no son situaciones que puedan dañar directamente a la persona como se produce en el miedo, sino que en su mayoría son reacciones aprendidas y anticipadas de amenaza. Estos estímulos pueden ser tanto internos (en el cuerpo o en la mente) como externos (situaciones, personas...). Se suele hacer referencia a que las situaciones son sólo potencialmente ansiógenas, porque no siempre producen reacciones de ansiedad, ya que lo que genera la reacción de ansiedad es el significado personal, o más bien la interpretación anticipadora de la situación que hace la persona. Incluso a veces la persona es consciente y reconoce que la situación no supone una amenaza objetiva, pero sin embargo no puede controlar voluntariamente su reacción de ansiedad


Al no tratarse de una situación de peligro o amenaza real y presente, sino una anticipación de la misma, la condición desencadenante es simplemente un cambio en las condiciones estimulares externas o internas, que moviliza el proceso del estrés, siendo así este último el que pone en marcha el proceso de análisis emocional de la situación, y desencadena la ansiedad. La reacción de estrés así se convierte en un estado de ansiedad cuando la valoración que se hace de la situación conlleva un peligro, con un componente de experiencia subjetiva (emociones, pensamientos...), y otro de activación fisiológica (vegetativa y endocrina, concretamente). Algunas situaciones tienen más probabilidad de convertirse en ansiógenas que otras, aunque suelen clasificarse en: las que implican una evaluación social, las que implican una amenaza contra el peligro físico, las que implican situaciones ambiguas, y las rutinas diarias. 

Adicionalmente, cuando se produce la percepción de un estado de regulación fisiológica en tu cuerpo alterado y se desconoce cuál es la causa que ha producido el mismo (por ejemplo, sentir palpitaciones pero no haber hecho ejercicio y no saber por tanto de dónde vienen), esto puede provocar una respuesta de ansiedad. 

El procesamiento cognitivo

Este procesamiento o análisis de la situación se inicia habitualmente lentamente (si fueran cambios rápidos e importantes se daría prioridad a la activación del miedo en vez de la ansiedad),  y se evalúan como importantes para la persona, tanto física como mentalmente, aunque su malestar suele ser moderadamente negativo (es decir, es menos molesto que una reacción de miedo, a no ser que sea un proceso de ansiedad patológica como un ataque de pánico). Además, la probabilidad de las consecuencias emocionales en que se encuentra envuelta la persona eran esperadas antes de que el suceso ocurriera, y son valoradas como contrarias a las metas personales, y se valora un cierto grado de urgencia para actuar (aunque siempre menor que en el caso del miedo, donde la respuesta es inmediata). La ansiedad se suele sentir como una sensación de malestar menor que la del miedo, pero como su duración temporal suele ser mayor, este desagrado suele hacerse más patente. 

Los dos sesgos principales o fuentes de error en el procesamiento de la información que se producen en los estados de ansiedad suelen  manifestarse en dos fenómenos: en la priorización del procesamiento de los estímulos indicadores de peligro frente a los meramente neutros y el de compensación, para contrarrestar los efectos de interferencia sobre el procesamiento de la información neutra no priorizada.

Sesgos en el procesamiento de la información

Dado que los recursos cognitivos de los que disponemos son limitados y necesitamos constantemente tomar decisiones, muchas de las cuáles son automáticas e inconscientes respecto a qué estímulos procesar entre un número casi infinito de estos, y cuales deben ser descartados o no procesados, existen ciertos atajos (caminos rápidos) o sesgos en el procesamiento de la información (que a veces pueden conducir a errores por la rapidez de los mismos) que son congruentes con las emociones, y toman así rápidamente una decisión de lo que debe ser procesado en función del significado emocional (es decir, ante una infinidad de estímulos posibles a los que prestar atención, nuestro cerebro encontrará la forma más fácil de guiarse, y es a través de las emociones). 

Así, las facultades cognitivas que se reclutan son la atención, la memoria, la interpretación y los mecanismos de movilización de recursos auxiliares. 

El fenómeno del sesgo de la ATENCIÓN en la ansiedad consiste en focalizar la atención preferentemente hacia estímulos indicadores de peligro o amenaza potencial, en comparación con los estímulos neutros. Las representaciones internas de dos o más opciones que deben ser procesadas compiten reclamando la atención, hasta que la representación dominante inhiba a las otras representaciones y consiga capturar la atención y logre así el acceso a la conciencia. Es un sistema de evaluación que trabaja con bajos niveles de conciencia y de forma automática donde tiene mucha importancia las representaciones biológicamente preparadas en la evolución del ser humano y el aprendizaje previo (por ejemplo, por qué se produce la ansiedad social o las fobias, que tienen un gran significado evolutivo de supervivencia). 

En el proceso de la ansiedad en un primer momento se produce una fase de hipervigilancia (constantemente rastreando estímulos ambientales para detectar posibles amenazas o indicios), procesándose así un sin fin de estímulos neutros como potencialmente amenazantes. La segunda fase de produce cuando la persona ha detectado los estímulos que ha valorado como más amenazantes y responsables de activar el proceso de ansiedad, focalizando la atención en esos estímulos (sesgo selectivo atencional o atención selectiva) centrado en la amenaza, impidiendo que pueda fijar su atención en otro aspecto del entorno, contrariamente a la fase anterior. Un ejemplo de esto podría ser una fase de hipervigilancia en una fiesta de todos los estímulos, incluso los que normalmente no detectarías, como una mirada de una persona, y después el de atención selectiva de esa mirada que la percibes como amenazante -pensando que significa que está pensando mal de ti-, pudiendo no fijarte ya en otra cosa más que en esa mirada. 




Respecto a los sesgos de la MEMORIA, con ansiedad accedemos de forma masiva a la información amenazadora memorizada, verificando si algo es peligroso comparándolo con experiencias pasadas. Un sesgo característico de la ansiedad es el de la memoria implícita (cuando no existe un recuerdo intencional o consciente). Las expectativas juegan también un papel importante, y se hablaría aquí de un sistema de nodos entrelazados como una telaraña, en el que los estímulos son activados y pueden coactivar otros nodos cercanos o poner en marcha todo un sistema de acción (por ejemplo, si veo una serpiente se activarán nodos cercanos como los descriptivos: es peligrosa, es impredecible, que activarán a su vez más nodos, como que puede hacerme daño...)

También la ansiedad afecta a los sesgos en la INTERPRETACIÓN y los juicios, que parten de una valoración desproporcionadamente amenazadora del ambiente. A menudos los estímulos ambientales tienen varios significados posibles, y mediante este sesgo interpretamos los estímulos ambiguos dando preferencia al significado de peligro frente al neutro, juzgando los acontecimientos futuros de forma más negativa. Aquí entra en juego al muy importante en la ansiedad: la preocupación, entendida como una cadena de pensamientos e imágenes, relativamente incontrolables, acompañados de un estado afectivo negativo, alertando al organismo y preparándole para la acción. Esta preocupación tiene una función de alarma (alertar al sistema emocional sobre la aparición de estímulos potencialmente peligrosos), de impronta (es responsable de la aparición de pensamientos e imágenes amenazantes en la conciencia), y de preparación (anticipando consecuencias que tendrían determinados estilos de afrontamiento sobre acontecimientos futuros y reduciendo la ansiedad mediante un proceso de habituación). 

La preocupación se dispara cuando aumenta la probabilidad subjetiva de que ocurra un suceso amenazante (más probable cuanto más aversivo, próximo en el tiempo y con una mayor percepción de inhabilidad de estrategias de afrontamiento disponibles). Por su parte, este mantenimiento de la preocupación dependerá de conglomerados (mejor estructurados y en mayor cantidad en ansiedad patológica que en la ansiedad normal), y son los responsables de las diferencias individuales en el mantenimiento de las preocupaciones. La preocupación finaliza cuando se alcanza un adecuado manejo de la situación amenazante, o por un aumento de las demandas ambientales, ya que los recursos de la memoria de trabajo o memoria operativa (la que utilizamos al realizar tareas complejas como leer, pensar o aprender) son limitados. 


Finalmente, los mecanismos de movilización de recursos auxiliares, produciéndose un análisis cognitivo extenso en la memoria operativa; las representaciones de la ansiedad ocupan parte de los recursos limitados de la memoria operativa, produciendo interferencia en el procesamiento de la información; así, la ansiedad llevaría a una reducción en la capacidad central de la memoria operativa, acompañada por un uso extraordinario de recursos destinados a compensar dicha reducción, y solo cuando no haya posibilidad de utilizar esos recursos auxiliares se producirá un deterioro del rendimiento en las tareas que se realizan bajo condiciones de ansiedad o preocupación (es decir, si ante un examen siento mucha ansiedad, todos los sesgos mencionados anteriormente y la poca capacidad de memoria y atención movilizarán recursos extras para poder seguir haciendo el examen sin que la ansiedad interfiera demasiado en la ejecución del examen, y es por eso que parece un proceso realmente agotador y exhausto, por esta movilización de recursos que consume literalmente mucha energía).

Priorización y compensación de la información

Así, para que la multiplicidad de información no sature y produzca un colapso en la limitada memoria activa u operativa del sistema cognitivo, se producen mecanismos de priorización y compensación de la información. Las altas demandas de procesamiento en condiciones normales, en condiciones de amenaza se añade información prioritaria con un alto poder de absorción de recursos por el carácter emocional de esta información, produciendo una sobrecarga. Para que el sistema de procesamiento no se deteriore, se utilizan recursos compensatorios cognitivos y se movilizan recursos de otros sistemas, como el conductual (realizando conductas para poder llevar a cabo el procesamiento más eficiente, como relajándonos o distrayéndonos). Este doble fenómeno de priorización y compensación se une al proceso de estrés que es la base desencadenante de la ansiedad, y que se encuentra aún más activado, lo que hace que la reacción emocional se prolongue en muchos casos. 


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BIBLIOGRAFÍA

-Manual de Psicología de la Emoción de la UNED.

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