"¿Lloramos porque estamos tristes, o estamos tristes porque lloramos?"
Esta frase fue formulada por William James, y la primera vez que la escuché me pareció una tontería. Pero quiero analizar en profundidad esta frase y los orígenes de la misma, por lo que para ello debo remontarme al funcionalismo, y para entender a este, al pragmatismo -fisolofía y psicología aún están muy unidas en la época en la que se dijo esta frase- con William James como cabecilla de la corriente, junto a Darwin. Por lo tanto, si no te gusta la filosofía, seguramente este post no sea de tu agrado.
EL PRAGMATISMO
El pragmatismo es una corriente filosófica muy ligada con el funcionalismo (digamos que el pragmatismo es a la filosofía lo que el funcionalismo es a la psicología. El funcionalismo es una posición clásica de la filosofía de la mente que aboga porque los estados mentales son estados funcionales (Darwin remarcaba, por ejemplo, la función adaptativa de la conciencia; al igual que nos adaptamos biológicamente, también lo hicimos a nivel mental. Además, abogaba porque el sujeto es activo, y su actividad se dirige al mundo que lo rodea, el cuál plantea constantemente desafíos, y el sujeto debe estar constantemente eligiendo, seleccionando posibilidades de acción, adaptándose activamente, biológica y psicológicamente).
El pragmatismo exarcebaba la importancia de la acción, y hacía girar en torno a esta la cuestión de la validez del conocimiento. Para un pragmatista, no hay conocimiento que no esté ligado a su puesta a prueba y eventual corrección o rectificación según las consecuencias que produce en el mundo. Por lo tanto, los contenidos de la conciencia se forman mediante la actividad. O lo que es lo mismo: las funciones psicológicas existen por y para la acción.
El pensamiento, así, está al servicio de la acción, y no hay creencia que no sea pragmática. La única definición posible de algo es la que hace referencia a sus consecuencias prácticas. Lo que pensamos acerca de las cosas depende de nuestra experiencia práctica con ellas. Así, cuando nos relacionamos con un objeto, anticipamos, según nuestra experiencia previa, cómo va a comportarse ese objeto.
El pragmatismo aplica, por tanto, un esquema evolucionista darwinista, abogando porque "la verdad no es fija". Al igual que los organismos en general se adaptan al entorno y lo modifican mediante tanteos, poniendo a prueba sus hábitos y transformándolos según sus consecuencias prácticas, los seres humanos ponemos a prueba nuestras ideas -que no son más que hábitos de pensamientos, principios para la acción- y nos quedamos -o deberíamos quedarnos- con aquellas que se muestran más eficaces para vivir.
LA PSICOLOGÍA FUNCIONALISTA DE WILLIAM JAMES
Nos finales del S.XIX y principios del S.XX. Como ya hemos dicho, William James consideraba que la conciencia estaba ligada eminentemente a la actividad. Además, a veces, es también a través de la acción donde tomamos conciencia de cuáles son nuestras ideas -las descubrimos a medida que actuamos-.
William James, a diferencia de otros autores, no se centraba en los contenidos de la conciencia, sino en las funciones de la misma, y consideraba que la función principal de la conciencia era la de seleccionar, elegir.
Ahora comenzamos a entrar más de lleno en la frase que da nombre a esta entrada. Para ello, debemos comparar el razonamiento de James frente a dos perspectivas:
- James daba la razón al materialismo reduccionista en que los procesos neurofisiológicos funcionan por sí solos, sin intervención de la mente o actividad. Ahora bien, según James, la conciencia no es un mero epifenómeno. Sería imposible explicar nuestra actividad quedándose sólo en la mecánica del sistema nervioso. La conciencia influye en nuestro comportamiento.
-James daba la razón al dualismo espiritualista en que la mente es activa. Ahora bien, según James, los contenidos de la mente están inextricablemente unidos a los procesos neurofisiológicos. Lo psicológico y lo neurofisiológico no constituyen realidades sustancialmente distinta. Hay por defecto una relación automática e instantánea entre cerebro y mente, en el sentido de que nada ocurre en la mente sin que ocurra en el cerebro.
Segun James, lo que hace la conciencia es poner el foco de atención sobre ciertos contenidos mentales y permitir así que sobresalgan entre los demás, es decir, los selecciona, los elige -como comentaba anteriormente-. Además, puesto que todo contenido mental va ligado a un proceso neurofisiológico, los contenidos mentales seleccionados por la conciencia se convertirían en procesos neurofisiológicos que se traducirían en movimientos, en conductas. No hay, en rigor, una prioridad de lo neurofisiológico sobre lo psicológico ni viceversa, sino un discurrir paralelo de ambos. La conciencia se limita a interrumpir el flujo neurofisiológico mediante la atención. Por lo tanto, la conciencia no determina directamente nuestro comportamiento, pero sí indirectamente, mediante la selección de unas ideas en detrimento de otras, lo que se traduce en la producción de unas determinadas conductas y no de otras. Para James, por lo tanto, los contenidos mentales son seleccionados a partir de la atención; antes de ser seleccionados -o si no se seleccionan-, no son más, en realidad, que procesos neurofisiológicos.
LA TEORÍA DE LAS EMOCIONES DE JAMES
Ya nos acercamos más a explicar la frase que da nombre a la entrada. Según James, las emociones no son tanto la causa sino la consecuencia de los cambios fisiológicos ligados a ellas. El sistema nervioso es el que en primera instancia recibe los estímulos que provocan la emoción, y a consecuencia de ello, se producen reacciones musculares y viscerales -tensión, lágrimas, pulso acelerado...-. La percepción subjetiva de la emoción surge cuando nos hacemos conscientes de estas reacciones -vuelvo a recalcar aquí la posición de James, que considera inextricablemente unidas la dimensión fisiológica y la psicológica de las emociones-. Por lo tanto, cuando nos hacemos conscientes de que estamos llorando, es cuando nos damos cuenta, para James, de que estamos tristes, o nos ponemos tristes.
Sus argumentos fueron una ruptura con la concepción anterior sobre la activación de las emociones al suponer que el sentimiento emocional era una consecuencia más que un antecedente de los cambios fisiológicos -hasta entonces, se mantenía la postura de que primero nos ponemos tristes, y luego lloramos; es decir, primero se produce el componente emocional, y luego el fisiológico-.
Y aquí dejo el post sobre esta teoría de James, dejando a un lado las críticas que recibió, su veracidad y sus implicaciones hoy en día, y en qué casos esta afirmación es cierta y en cuáles no, porque el post se haría eterno.
Fuentes:
-Manual de Psicología de la Emoción de la UNED.
-Manual de Historia de la Psicología de la UNED.
EL PRAGMATISMO
El pragmatismo es una corriente filosófica muy ligada con el funcionalismo (digamos que el pragmatismo es a la filosofía lo que el funcionalismo es a la psicología. El funcionalismo es una posición clásica de la filosofía de la mente que aboga porque los estados mentales son estados funcionales (Darwin remarcaba, por ejemplo, la función adaptativa de la conciencia; al igual que nos adaptamos biológicamente, también lo hicimos a nivel mental. Además, abogaba porque el sujeto es activo, y su actividad se dirige al mundo que lo rodea, el cuál plantea constantemente desafíos, y el sujeto debe estar constantemente eligiendo, seleccionando posibilidades de acción, adaptándose activamente, biológica y psicológicamente).
El pragmatismo exarcebaba la importancia de la acción, y hacía girar en torno a esta la cuestión de la validez del conocimiento. Para un pragmatista, no hay conocimiento que no esté ligado a su puesta a prueba y eventual corrección o rectificación según las consecuencias que produce en el mundo. Por lo tanto, los contenidos de la conciencia se forman mediante la actividad. O lo que es lo mismo: las funciones psicológicas existen por y para la acción.
El pensamiento, así, está al servicio de la acción, y no hay creencia que no sea pragmática. La única definición posible de algo es la que hace referencia a sus consecuencias prácticas. Lo que pensamos acerca de las cosas depende de nuestra experiencia práctica con ellas. Así, cuando nos relacionamos con un objeto, anticipamos, según nuestra experiencia previa, cómo va a comportarse ese objeto.
El pragmatismo aplica, por tanto, un esquema evolucionista darwinista, abogando porque "la verdad no es fija". Al igual que los organismos en general se adaptan al entorno y lo modifican mediante tanteos, poniendo a prueba sus hábitos y transformándolos según sus consecuencias prácticas, los seres humanos ponemos a prueba nuestras ideas -que no son más que hábitos de pensamientos, principios para la acción- y nos quedamos -o deberíamos quedarnos- con aquellas que se muestran más eficaces para vivir.
LA PSICOLOGÍA FUNCIONALISTA DE WILLIAM JAMES
Nos finales del S.XIX y principios del S.XX. Como ya hemos dicho, William James consideraba que la conciencia estaba ligada eminentemente a la actividad. Además, a veces, es también a través de la acción donde tomamos conciencia de cuáles son nuestras ideas -las descubrimos a medida que actuamos-.
William James, a diferencia de otros autores, no se centraba en los contenidos de la conciencia, sino en las funciones de la misma, y consideraba que la función principal de la conciencia era la de seleccionar, elegir.
Ahora comenzamos a entrar más de lleno en la frase que da nombre a esta entrada. Para ello, debemos comparar el razonamiento de James frente a dos perspectivas:
- James daba la razón al materialismo reduccionista en que los procesos neurofisiológicos funcionan por sí solos, sin intervención de la mente o actividad. Ahora bien, según James, la conciencia no es un mero epifenómeno. Sería imposible explicar nuestra actividad quedándose sólo en la mecánica del sistema nervioso. La conciencia influye en nuestro comportamiento.
-James daba la razón al dualismo espiritualista en que la mente es activa. Ahora bien, según James, los contenidos de la mente están inextricablemente unidos a los procesos neurofisiológicos. Lo psicológico y lo neurofisiológico no constituyen realidades sustancialmente distinta. Hay por defecto una relación automática e instantánea entre cerebro y mente, en el sentido de que nada ocurre en la mente sin que ocurra en el cerebro.
Segun James, lo que hace la conciencia es poner el foco de atención sobre ciertos contenidos mentales y permitir así que sobresalgan entre los demás, es decir, los selecciona, los elige -como comentaba anteriormente-. Además, puesto que todo contenido mental va ligado a un proceso neurofisiológico, los contenidos mentales seleccionados por la conciencia se convertirían en procesos neurofisiológicos que se traducirían en movimientos, en conductas. No hay, en rigor, una prioridad de lo neurofisiológico sobre lo psicológico ni viceversa, sino un discurrir paralelo de ambos. La conciencia se limita a interrumpir el flujo neurofisiológico mediante la atención. Por lo tanto, la conciencia no determina directamente nuestro comportamiento, pero sí indirectamente, mediante la selección de unas ideas en detrimento de otras, lo que se traduce en la producción de unas determinadas conductas y no de otras. Para James, por lo tanto, los contenidos mentales son seleccionados a partir de la atención; antes de ser seleccionados -o si no se seleccionan-, no son más, en realidad, que procesos neurofisiológicos.
LA TEORÍA DE LAS EMOCIONES DE JAMES
Ya nos acercamos más a explicar la frase que da nombre a la entrada. Según James, las emociones no son tanto la causa sino la consecuencia de los cambios fisiológicos ligados a ellas. El sistema nervioso es el que en primera instancia recibe los estímulos que provocan la emoción, y a consecuencia de ello, se producen reacciones musculares y viscerales -tensión, lágrimas, pulso acelerado...-. La percepción subjetiva de la emoción surge cuando nos hacemos conscientes de estas reacciones -vuelvo a recalcar aquí la posición de James, que considera inextricablemente unidas la dimensión fisiológica y la psicológica de las emociones-. Por lo tanto, cuando nos hacemos conscientes de que estamos llorando, es cuando nos damos cuenta, para James, de que estamos tristes, o nos ponemos tristes.
Sus argumentos fueron una ruptura con la concepción anterior sobre la activación de las emociones al suponer que el sentimiento emocional era una consecuencia más que un antecedente de los cambios fisiológicos -hasta entonces, se mantenía la postura de que primero nos ponemos tristes, y luego lloramos; es decir, primero se produce el componente emocional, y luego el fisiológico-.
Y aquí dejo el post sobre esta teoría de James, dejando a un lado las críticas que recibió, su veracidad y sus implicaciones hoy en día, y en qué casos esta afirmación es cierta y en cuáles no, porque el post se haría eterno.
Fuentes:
-Manual de Psicología de la Emoción de la UNED.
-Manual de Historia de la Psicología de la UNED.
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