Las actitudes emocionales cognitivas vs las emociones

Fijaos lo que estamos juntando aquí, tres términos muy estudiados en psicología en un mismo concepto: actitud, emoción y cognición. Creo que todos sabemos más o menos qué es una actitud, pero procedo explicarlo: una actitud es una valoración, un grado de favorabilidad o desfavorabilidad, referidas siempre a un objeto (que puede ser prácticamente cualquier cosa), y todo lo que sea susceptible de ser valorado puede ser objeto de actitud. Estos pueden ser concretos, abstractos, conductas, opiniones, personas, grupos... El propio concepto de actitud ya engloba componentes cognitivos (creencias y conocimientos), afectivos (emociones, sentimientos y estados de ánimos) y conductuales (acciones).

Volvamos al término actitud emocional cognitiva. El sistema de valoración de una situación es el responsable del ajuste y reajuste de las emociones a demandas del entorno y de la capacidad proactiva de las emociones. Pero esta misma valoración (elemento cognitivo) puede ser responsable de que las emociones puedan perder en un determinado momento su carácter adaptativo y se tornen perjudiciales para la salud. Y es precisamente este "filtro de significado" el que hace que determinadas personas desarrollen actitudes cognitivas emocionales que favorecen la aparición de un tipo de emoción sobre otras, actuando como reductoras del umbral necesario para producir un tipo de respuesta emocional concreta.

De este modo, las actitudes cognitivas emocionales se comportarían como estados de hipervigilancia, suponiendo esto un alto grado de exploración del medio ambiente, y conllevarían también a una atención selectiva ante un tipo de estímulos emocionales que disparen respuestas emocionales ante situaciones que en otros casos serían consideradas como neutras y no conllevarían una respuesta emocional.

(Así como dato, ¿queréis saber qué proceso neurofisiológico lleva a cabo el cerebro para producir ese proceso de hipervigilancia? Pues bien, todo se produce por la activación de la amígdala, que hace que las vías eferentes vayan directas hacia el área tegmental ventral, donde actúa la vía dopaminérgica mesocortical hacia el locus coerulus -centro más importante de las neuronas noradrenérgicas-, y proyecciones indirectas al locus coerulus por el  núcleo paragigantocelular. Tiene tela, ¿eh?)

Volviendo a lo nuestro, mediante este proceso de hipervigilancia y atención selectiva -producidas por las actitudes emocionales cognitivas- se focaliza la atención hacia cierto estímulos considerados como relevantes, dando prioridad a su procesamiento y prejuzgando el entorno. Este tipo de actitudes producen también sesgos (o distorsión) en los procesos de aprendizaje, facilitando una mayor retención de los hechos relacionados con la emoción implicada, que la que se produce en otras situaciones emocionales de diferente tono. Imaginemos por ejemplo en la emoción de la ansiedad: sesgaríamos el aprendizaje, reteniendo más los hechos que nos causan ansiedad que el resto de hechos, que obviamente son muchos más, porque focalizamos toda nuestra atención hacia ese hecho que nos produce la ansiedad, si es que es algo concreto).

Estos sesgos se producen también en la activación de la memoria, que produce una recuperación selectiva de la misma, recordando la información asociada con la condición emocional responsable de la actitud (por ejemplo, en la tristeza, recordaremos más las cosas tristes que cualquier otro tipo de sucesos) y en la interpretación (haciendo que situaciones ambiguas sean procesadas dándoles un significado emocional de la que carecerían de no existir tal actitud). Por ejemplo, volviendo a la tristeza, en una situación en la que no sabes qué va a suceder, augurarás cosas malas o que te produzcan tristeza antes que cualquier otra emoción, o si tuvieras ansiedad, augurarías algo que te produjera ansiedad, o directamente, procesarías esas situaciones ambiguas como situaciones que te producen tristeza/ansiedad, cuando en realidad son situaciones neutras o que pueden producir cualquier otro tipo de emoción.

Una distinción clave entre una emoción y una actitud emocional cognitiva es que las emociones son reactivas ante unas condiciones que las estimulan, mientras que las actitudes emocionales cognitivas son procesos proactivos, que se anticipan a las condiciones ambientales en función de indicios que han ido acumulando con la experiencia (seguro que a la gente con ansiedad esto le suena bastante).
Por lo tanto, las actitudes emocionales cognitivas son fruto del establecimiento de una serie de sesgos (distorsiones) que actúan sobre el sistema de valoración de la situación, anticipando y preparando los recursos psicológicos para un tipo de situación emocional específica.

Además, por su carácter proactivo, al intentar modificar las conscuencias antes de estas ocurran, su no ocurrencia puede ser interpretada como un éxito, lo que produce un falso sistema de retroalimentación -es decir, del feedback de la situación-., lo cual puede conducir al desarrollo de comportamientos no adaptativos . Por ejemplo, si valoramos que salir a la calle puede ser peligroso e incluso nos entra ansiedad porque nos puede caer un tiesto por culpa del aire, nuestra reacción será la de no salir de casa, por lo que habremos evitado el percance. Así, la próxima vez que se levante una corriente de aire, aunque sea menor, tenderemos a evitar salir, y nuestro sistema emocional nos irá "protegiendo" cada vez más hasta que no salgamos nunca de casa, aunque no haya aire (a pesar de obviamente ser un ejemplo sobreexagerado, seguro que esto le suena mucho a la gente con trastorno de la ansiedad).

Es la diferencia así entre responder ante una amenaza real y presente -reacción de miedo- y una amenaza potencial anticipada -proacción ansiosa-. No obstante, este sistema no necesariamente desemboca en comportamientos patológicos, ya que en la mayoría de casos se comporta como un sistema adaptativo que nos consigue anticiparnos con gran efiacia al entorno.

Estas actitudes cognitivas emocionales parecen producirse preferentemente ante emociones de tono negativo (tristeza, miedo, ira, ansiedad...) frente a las positivas. Posiblemente por la ley de la asimetría hedónica, que hace que las emociones de tono negativo  tengan una mayor duración temporal que las positivas.

Las actitudes emocionales cognitivas y las emociones, por tanto, comparten muchas cosas en común , pero las primeras tienen una duración temporal mucho mayor, y no se producen tanto ante situaciones concretas sino de especificidad más bien baja o intermedia.




Para finalizar, voy a centrarme en la emoción de ansiedad y en la de miedo. Así, el estar sometido en un tiempo breve a repetidas situaciones que produzcan miedo pueden desarrollar una actitud cognitiva de ansiedad, produciendo un estado de agitación e inquietud parecido al producido por el miedo, pero carente de un estímulo concreto. Por eso, la ansiedad muchas veces es definida como un miedo sin objeto -aunque esto a veces no se cumple, como la ansiedad social-. La distinción entre ansiedad y miedo sería que el miedo se produce ante un peligro real y su reacción es proporcional a éste (reactiva) mientras que la ansiedad es desproporcionadamente intensa con la supuesta peligrosidad del estímulo, es mantenida en el tiempo y se dispara como anticipación a algo que no ha ocurrido (proactiva).

Esta relación que hemos establecido entre miedo y ansiedad se da de forma parecida también con otras emociones, como la ira y la hostilidad, y la tristeza y la depresión subclínica.

Como conclusión megarrápida de toda esta parrafada: lo que pensamos, creemos y valoramos repercute de forma muy significativa en lo que sentimos y vivimos.

Fuentes: Manual de Psicología de la Emoción y Manual de Psicología Social de la UNED.

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