"Pienso en algo porque es importante, y es importante porque pienso en ello": las obsesiones

Como punto de partida, y basándome en un modelo teórico de investigación internacional con notable apoyo empírico (Obsessive Compulsive Cognitions Working Group), es importante señalar que la piedra angular de las obsesiones son las valoraciones disfuncionales sobre la ocurrencia de pensamientos, que explican la transición de la normalidad (pensamientos intrusos desagradables, inoportunos o molestos) a la parte más psicopatológica (obsesiones en el sentido más estricto de la palabra). Es decir, cómo algo que puede ser normal de experimentar, pensar y sentir puede convertirse en algo patológico y disfuncional, sin olvidar el papel que el comportamiento juega también en esta transición. Por lo tanto aludiré a ciertos aspectos característicos del trastorno obsesivo-compulsivo, pero centrándome mayormente en las obsesiones en vez de en las compulsiones -de este trastorno hablaré en profundidad en entradas posteriores-. 

Sobrevalorar la importancia del pensamiento

Por un lado, se produce cuando se sobrevalora la importancia de los pensamientos -atribuir un significado personal y negativo al pensamiento-, cuando se produce una fusión del pensamiento-acción de tipo moral que es de tipo "probabilidad". Me explico: en primer lugar, se otorga un significado personal relevante y negativo a la ocurrencia de pensamientos, o de sus contenidos, como reveladores de la propia y auténtica naturaleza, es decir, "tú eres ese pensamiento". Esto tiene cosas en común con las ideas sobrevaloradas (otorgar tanta importancia a los contenidos de las obsesiones que acaban por convertirse en el centro del flujo del pensamiento consciente de la persona). Sin embargo, los contenidos obsesivos a diferencia de las ideas sobrevaloradas, que son aceptadas y queridas por el individuo, son repudiados o, cuanto menos, temidos, y desde luego, no deseados. Y precisamente porque se le da una importancia excesiva, la persona con obsesiones se siente forzada a controlarlas de algún modo (ya sea mediante compulsiones, evitación o cualquier otra estrategia de control, con tal de evitarlas, suprimirlas o neutralizarlas de algún modo).

La persona así reacciona otorgando una excesiva importancia a la mera presencia del pensamiento, le da un gran valor al simple hecho de pensar en ello (puede pasar sobre todo con contenidos que son opuestos a lo que la persona valora de su autoconcepto, como de contenido agresivo, sexual o moralmente rechazable, etc). Esto se sustenta en un razonamiento circular: "Pienso en algo porque es importante, y es importante porque pienso en ello". Además, el simple hecho de que a esa persona se le pase por la mente hace que lo valore como algo significativo sobre el tipo de persona que es, o en la que puede llegar a convertirse ("Si pienso esto, es porque estoy loca o me puedo volver loca"). 

Respecto a la mencionada fusión pensamiento-acción de tipo probabilidad, esto quiere decir que dicha creencia está relacionada con el pensamiento mágico y con la superstición, por lo que la persona llega a creer que sus pensamientos pueden influir "mágicamente" sobre los hechos del mundo real. La persona se siente aterrada ante el hecho de que exista la probabilidad, por mínima que sea, de que sus pensamientos se conviertan en realidad. Esto tiene relación con el "pecado de pensamiento", cuya gravedad se iguala a los pecados por obra o por omisión (ser igualmente pecador por pensar algo que por hacerlo/no hacerlo, desde un punto de vista moral). Además, estas cogniciones o pensamientos disfuncionales se asocian tanto a la probabilidad de provocar sucesos negativos como a la necesidad de prevenir o impedir su aparición

Importancia de controlar los pensamientos

Esto tiene que ver con las valoraciones y creencias relacionadas con el control (por ejemplo, los esfuerzos de supresión de pensamientos), y las repercusiones de estas, como los efectos paradójicos relacionados con esta supresión: el efecto rebote o reaparición del pensamiento cuando se intenta suprimir de forma consciente. Se distinguen varios componentes, como la necesidad de supervisar los propios pensamientos o de mantener la atención focalizada en ellos, mantener unas expectativas de control elevadas y claramente irreales sobre la capacidad para controlar el flujo mental de los pensamientos, la creencia de que la falta de control puede tener consecuencias muy negativas, tanto morales como comportamentales, y el significado que se le da a los fracasos en el control ("Si no consigo controlar pensar en el suicidio, es porque realmente puedo llegar a hacerlo"). 

Sobrevalorar el peligro o las amenazas

Esto alude al mantenimiento de unas expectativas generalizadas sobre la peligrosidad de las situaciones u objetos, la tendencia a prever daños o consecuencias en situaciones de la vida cotidiana, y esto ocurre por un problema de razonamiento epistemológico, que se caracteriza por un excesivo temor a posibles daños y por la creencia de que muchas situaciones son peligrosas "mientras no se demuestre lo contrario", un tipo de razonamiento que pueden tener personas obsesivas. 

Un problema relacionado con esto es la confusión entre los conceptos de posibilidad y de probabilidad de que ocurran "cosas malas". Las personas con obsesiones se ponen en la peor de las situaciones, y si es posible que algo ocurra, entonces muy probable de que lo haga, sobrevalorando así las posibilidades. 

Responsabilidad excesiva

Esta es una de las creencias clave para las obsesiones, ya que están implicadas en la génesis de estas obsesiones. Así, ante la ocurrencia de un pensamiento sobre un posible daño, la persona interpreta que es responsable de impedir que ese daño se produzca. Así, si uno cree que puede tener alguna influencia personal (aunque sea fortuita o muy escasa) sobre la ocurrencia de un suceso negativo, es responsable de que este no se produzca ("sentirse agente"). Este sentimiento exagerado de responsabilidad puede llegar a consecuencias extremas, como incitar a una persona a confesar crímenes o accidentes de los cuales ni siquiera apenas tenía conocimiento.

Además, consideran que los errores de omisión son tan condenables o imperdonables como los de comisión ("Es tan malo no impedir un daño como causarlo"). Así, las personas con obsesiones se sienten a veces más culpables por los errores de omisión que de comisión, sienten que son muy responsables y culpables no solo de lo que hacen mal "a propósito", sino también de lo que dejan de hacer bien por un descuido, aunque sea poco relevante para la mayoría de las personas.




Intolerancia a la incertidumbre

También llamado "necesidad de certeza", es un fenómeno cognitivo de la duda. Se observa así una extrema preocupación por conseguir estar seguros, o por disipar cualquier sombra de duda en la realización de una tarea, como si algunas personas no se fiaran de sus propios sentidos o de su experiencia, llevando a veces a conductas de neutralización como las comprobaciones repetidas. Otro componente común es la indecisión o dificultad para tomar decisiones. Algunas teorías formulan que las obsesiones se asocian a las consecuencias de lo intolerable que resulta la incertidumbre. 

Perfeccionismo

Se diferenciaría entre la orientación a logros positivos (perfeccionismo positivo) y la preocupación no adaptativa o funcional por la evaluación (perfeccionismo negativo). El perfeccionismo negativo hace referencia a que la función de la conducta es evitar los errores y el fracaso ("Las cosas no están como deben estar, no están tan bien como deberían", produciendo a veces una sensación de inacabado o incompleto.

Ejemplo de secuencia de las obsesiones

Para finalizar, ejemplificaré un modelo de formulación de las obsesiones, entendiendo que las obsesiones tienen su origen en pensamientos intrusos normales que, si fueran valorados adecuadamente ("Qué raro que se me haya ocurrido esto, pero no tiene importancia") no adquirirían relevancia posterior

1. Bajo determinadas circunstancias personales (estados de ánimo, estrés, etc) y/o situaciones o experiencias vitales amenazantes o problemáticas, se experimentan intrusiones mentales desagradables, en forma de pensamientos, imágenes o impulsos a actuar.

2. Estas intrusiones pueden inducir un estado valorativo sobre su aparición y/o su contenido ("¿Por qué estoy pensando en esto?, ¿qué significa esto?"). Esto tiene que ver con la necesidad de controlar los pensamientos. "Si lo pienso es que puede suceder, este pensamiento me está avisando de algo, ¿y si lo que pienso es verdad?". 

3. Como consecuencia de este proceso de valoración, el malestar emocional inicial provocado por la irrupción del pensamiento intrusivo aumenta, y si ese malestar resulta intolerable, motivará comportamientos activos para atenuarlo.

4. Se utilizan estrategias de afrontamiento ante la intrusión que pueden resultar eficaces a corto plazo, ya que las personas consiguen alejar de su mente estas intrusiones, lo que no solo atenúa su malestar, sino que además incrementa su sensación subjetiva de que es capaz de controlar sus pensamientos y conducta. Este efecto positivo se debe, entre otras cosas, a la imposibilidad que la mayoría de personas tenemos de "hacer dos cosas a la vez", es decir, mantener un buen nivel de atención consciente en dos actividades simultáneas que además se valoran como incompatibles. 

5. Sin embargo, a medio plazo estos esfuerzos de control resultan infructuosos por dos razones: la imposibilidad de mantener un elevado nivel de atención consciente durante un largo período de tiempo en una sola actividad (en el caso de la distracción), y la segunda, porque es prácticamente imposible detener el flujo de nuestros pensamientos

6. Así, la intrusión probablemente aparezca de nuevo y se reinicie el ciclo (efecto rebote de los pensamientos que se intentan controlar y/o suprimir), pero en esta segunda ocasión es muy probable que la persona se sienta más alarmada que  la primera vez, porque aquella intrusión que creía haber controlado y que sin embargo reaparece captura más capacidad o volumen de atención consciente, es decir, aumenta su saliencia o resulta más llamativa porque a la valoración negativa inicial se suma ahora la interpretación de que se ha fracaso en el proceso de control anterior

7. El efecto sumativo a largo plazo de estos micro-procesos (malestar, valoración negativa, esfuerzos de control y/o estrategias de afrontamiento, fracasos de control) acaban por aumentar la frecuencia de apariciones y re-apariciones  de la intrusión inicial. Cuantas más veces se produzca el ciclo, más probable es que lo que en principio parecía una idea molesta, inoportuna o desagradable, acabe por convertirse en una obsesión

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Manual de Psicopatología de Belloch, A. et al. (2020). 

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