La relación entre nuestro estado de ánimo y nuestra cognición
No es difícil notar que cuando estamos de buen humor y presentamos un estado de ánimo positivo, percibimos a las personas de forma más favorable e interpretamos lo que ocurre de manera más positiva. Por lo tanto, de alguna forma, la manera en la que nos sentimos moldea y contribuye a conformar cómo pensamos, aunque esta influencia se da también en sentido contrario . Por lo tanto, nuestro estado afectivo (lo que sentimos, nuestro estado de ánimo) y la cognición (la forma en la que procesamos la información) están evidentemente relacionadas, pero, ¿cómo se producen estas autoinfluencias?
Influencia del estado de ánimo sobre la cognición
Nuestro estado de ánimo influye en todas las formas posible de cognición (elaboración de juicios, procesamiento de la información...). Por lo tanto, si nuestro estado de ánimo es positivo, elaboraremos juicios más positivos, y si nos encontramos bajo un estado de ánimo negativo, elaboraremos juicios más negativos. ¿Por qué ocurre esto? Bien, intento explicarlo de una forma más mundana, digamos que nuestros juicios (es decir, nuestras impresiones sobre los demás) se elaboran a partir de la información que percibimos tanto en el propio momento como recurriendo al conocimiento que ya tenemos almacenado de antemano. Pues bien, nuestro estado de ánimo influye tanto en la forma en la que percibimos e interpretamos los diferentes estímulos (personas, situaciones o circunstancias) como en la forma en la que recordamos hechos pasados, y por supuesto, en los errores o sesgos que cometemos en cada uno de los procesos. Esto es lo que en psicología se llama efecto de congruencia con el estado de ánimo.
Además, el estado de ánimo no influye solo en la forma en la que procesamos la información y elaboramos los juicios, sino también en el contenido de la información que se procesa y recuerda. Es decir, la tendemos a recordar información positiva cuando tenemos un estado de ánimo positivo, y recordar información negativa cuando tenemos un estado de ánimo negativo -excepto en personas con depresión crónica, que recuerdan más los sucesos negativos-.
Además, la información que nos llega del medio puede provocar reacciones afectivas en nosotros, y estas son procesadas de manera diferente que otro tipo de información, siendo más difíciles de ignorar, teniendo poco control sobre la experiencia emocional. Por lo tanto, la información se puede convertir en una importante fuente de contaminación mental, puesto que los juicios que emitamos se verán influidos (o contaminados) por dicha información cargada emocionalmente.
EJEMPLO: Es por eso que cuando estamos tristes, sólo recordamos momento tristes de nuestras vidas, sólo vemos las cosas de forma negativa, etc., sucumbiendo a un estado catastrofista que desaparece cuando nuestro estado de ánimo mejora y comienza a ser positivo -y pensamos que esos juicios y pensamientos estaban totalmente fuera de lugar-.
Influencia de la cognición sobre el estado de ánimo
La famosa teoría de los dos factores de la emoción nos explica que cuando nos resulta difícil identificar nuestras emociones, inferiremos su naturaleza a partir de las situaciones en las que experimentamos la activación, poniendo etiquetas emocionales a las cosas. Por eso, cuando hemos tenido una mala experiencia en una situación concreta, nuestro recuero activará esquemas con carga emocional negativa, y cuando nos encontremos en una situación similar, experimentaremos una emoción negativa.
EJEMPLO: Un ejemplo claro de esto sucede cuando, por ejemplo, rompemos con alguien o nos sucede una experiencia negativa en un lugar concreto: no querremos volver allí, porque se activarán nuestros recuerdos negativos de ese lugar. Esto nos pasa mucho a las personas con ansiedad: si hemos tenido un ataque de ansiedad en X sitio -en mi caso, por ejemplo, fue en Huerta Otea-, no querremos volver allí, porque simplemente con pasar cerca del lugar, ya nos comenzará la ansiedad, incluso cuando no haya un motivo aparente para que aparezca, solo por la activación en la memoria del recuerdo negativo.
Otro ejemplo claro de esta inferencia nos pasa cuando quedamos con un amigo y sus amigos -pero que nosotros aún no conocemos-. Si en esa situación no sabemos realmente cómo nos sentimos, o nos comenzamos a sentir tristes -no tiene por qué ser por culpa de esa situación, seguramente esos chavales no nos hayan hecho nada-, inferiremos que esa tristeza se debe a que esas personas no me caen bien, no me gustan, etc. Evidentemente, esa tristeza puede venir de diferentes fuentes que ni siquiera nos hemos parado en analizar, pero rápidamente lo atribuiremos a la situación -ya que es la respuesta más fácil-, y es que esas personas me están provocando que esté triste. Quizás si en ese momento tu estado de ánimo hubiera sido positivo, inferirías que esa alegría te la han producido esas personas, y entonces te caerían bien y te sentirías a gusto.
¡Así que fíjate el poder que tienen nuestras emociones sobre nuestros pensamientos, valoraciones y juicios, y al contrario!
Y supongo que esta frase define bastante bien todo lo explicado hasta ahora. Es decir, no es que lo que esta alrededor cambie, sino cómo lo percibimos es lo que hace que cambie.
Obviamente, sería caer en un reduccionismo suponer que esto es lo que pasa siempre. "Que crees que todo va mal porque realmente hoy estás mal, pero no es así". Obviamente, muchas veces esto no es así, muchas veces las cosas de alrededor están mal aunque nuestro estado de ánimo sea positivo, o intentemos relativizar las cosas. Todo está mal, y no es por ningún sesgo cognitivo -es decir, no es ninguna "trampita de nuestra mente ni sobregeneralización"-, sino una realidad. Menos lo es en estados de depresión o ansiedad. Es decir, esta es una de las formas de operar de nuestro cerebro, pero no la única, y es una explicación muy general de la relación existente entre nuestras emociones y nuestras cogniciones.
Fuente: Libro de Introducción a la Psicología Social de la UNED y mis propias aportaciones.
Influencia del estado de ánimo sobre la cognición
Nuestro estado de ánimo influye en todas las formas posible de cognición (elaboración de juicios, procesamiento de la información...). Por lo tanto, si nuestro estado de ánimo es positivo, elaboraremos juicios más positivos, y si nos encontramos bajo un estado de ánimo negativo, elaboraremos juicios más negativos. ¿Por qué ocurre esto? Bien, intento explicarlo de una forma más mundana, digamos que nuestros juicios (es decir, nuestras impresiones sobre los demás) se elaboran a partir de la información que percibimos tanto en el propio momento como recurriendo al conocimiento que ya tenemos almacenado de antemano. Pues bien, nuestro estado de ánimo influye tanto en la forma en la que percibimos e interpretamos los diferentes estímulos (personas, situaciones o circunstancias) como en la forma en la que recordamos hechos pasados, y por supuesto, en los errores o sesgos que cometemos en cada uno de los procesos. Esto es lo que en psicología se llama efecto de congruencia con el estado de ánimo.
Además, el estado de ánimo no influye solo en la forma en la que procesamos la información y elaboramos los juicios, sino también en el contenido de la información que se procesa y recuerda. Es decir, la tendemos a recordar información positiva cuando tenemos un estado de ánimo positivo, y recordar información negativa cuando tenemos un estado de ánimo negativo -excepto en personas con depresión crónica, que recuerdan más los sucesos negativos-.
Además, la información que nos llega del medio puede provocar reacciones afectivas en nosotros, y estas son procesadas de manera diferente que otro tipo de información, siendo más difíciles de ignorar, teniendo poco control sobre la experiencia emocional. Por lo tanto, la información se puede convertir en una importante fuente de contaminación mental, puesto que los juicios que emitamos se verán influidos (o contaminados) por dicha información cargada emocionalmente.
EJEMPLO: Es por eso que cuando estamos tristes, sólo recordamos momento tristes de nuestras vidas, sólo vemos las cosas de forma negativa, etc., sucumbiendo a un estado catastrofista que desaparece cuando nuestro estado de ánimo mejora y comienza a ser positivo -y pensamos que esos juicios y pensamientos estaban totalmente fuera de lugar-.
Influencia de la cognición sobre el estado de ánimo
La famosa teoría de los dos factores de la emoción nos explica que cuando nos resulta difícil identificar nuestras emociones, inferiremos su naturaleza a partir de las situaciones en las que experimentamos la activación, poniendo etiquetas emocionales a las cosas. Por eso, cuando hemos tenido una mala experiencia en una situación concreta, nuestro recuero activará esquemas con carga emocional negativa, y cuando nos encontremos en una situación similar, experimentaremos una emoción negativa.
EJEMPLO: Un ejemplo claro de esto sucede cuando, por ejemplo, rompemos con alguien o nos sucede una experiencia negativa en un lugar concreto: no querremos volver allí, porque se activarán nuestros recuerdos negativos de ese lugar. Esto nos pasa mucho a las personas con ansiedad: si hemos tenido un ataque de ansiedad en X sitio -en mi caso, por ejemplo, fue en Huerta Otea-, no querremos volver allí, porque simplemente con pasar cerca del lugar, ya nos comenzará la ansiedad, incluso cuando no haya un motivo aparente para que aparezca, solo por la activación en la memoria del recuerdo negativo.
Otro ejemplo claro de esta inferencia nos pasa cuando quedamos con un amigo y sus amigos -pero que nosotros aún no conocemos-. Si en esa situación no sabemos realmente cómo nos sentimos, o nos comenzamos a sentir tristes -no tiene por qué ser por culpa de esa situación, seguramente esos chavales no nos hayan hecho nada-, inferiremos que esa tristeza se debe a que esas personas no me caen bien, no me gustan, etc. Evidentemente, esa tristeza puede venir de diferentes fuentes que ni siquiera nos hemos parado en analizar, pero rápidamente lo atribuiremos a la situación -ya que es la respuesta más fácil-, y es que esas personas me están provocando que esté triste. Quizás si en ese momento tu estado de ánimo hubiera sido positivo, inferirías que esa alegría te la han producido esas personas, y entonces te caerían bien y te sentirías a gusto.
¡Así que fíjate el poder que tienen nuestras emociones sobre nuestros pensamientos, valoraciones y juicios, y al contrario!
Y supongo que esta frase define bastante bien todo lo explicado hasta ahora. Es decir, no es que lo que esta alrededor cambie, sino cómo lo percibimos es lo que hace que cambie.
Obviamente, sería caer en un reduccionismo suponer que esto es lo que pasa siempre. "Que crees que todo va mal porque realmente hoy estás mal, pero no es así". Obviamente, muchas veces esto no es así, muchas veces las cosas de alrededor están mal aunque nuestro estado de ánimo sea positivo, o intentemos relativizar las cosas. Todo está mal, y no es por ningún sesgo cognitivo -es decir, no es ninguna "trampita de nuestra mente ni sobregeneralización"-, sino una realidad. Menos lo es en estados de depresión o ansiedad. Es decir, esta es una de las formas de operar de nuestro cerebro, pero no la única, y es una explicación muy general de la relación existente entre nuestras emociones y nuestras cogniciones.
Fuente: Libro de Introducción a la Psicología Social de la UNED y mis propias aportaciones.
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