El 72% de los adultos mantiene el estilo de apego que construyó en la infancia
Voy a continuar hablando del apego que se establece en las relaciones de los hijos con su padre/madre/cuidador -en este escrito volveré a referirme a estas figuras como "cuidador"-, por lo que recomiendo leer el anterior post de: ¿Qué es el apego?: concepto, formación y patrones para comprender mejor algunas ideas que se van a tratar a continuación.
Una vez explicados los diferentes patrones de apego (el apego seguro, el apego inseguro evitativo, el apego inseguro resistente/ambivalente y el apego desorganizado) y haber tratado cómo se formaban estos vínculos, voy a proceder a esclarecer otros temas interesantes al respecto, como llevarlo más a un terreno sociocultural, además del individual y el evolutivo, y a la importancia del apego en la primera infancia como pilar fundamental sobre el que construir sus relaciones futuras.
FACTORES QUE AFECTAN A LA FORMACIÓN DEL APEGO
Los diferentes tipos de apego guardan una relación con las distintas culturas en las que tiene lugar la crianza -esto parece bastante lógico, ya que no nos criamos "en un vacío", sino en un contexto sociocultural concreto-. Así, por ejemplo los bebés de sociedades tradicionales, como en las culturas asiáticas, suelen tender a un apego seguro. En cambio, en las sociedades occidentales se promueven también los apegos evitativos, posiblemente en un intento de fomentar desde muy temprano la independencia de los más pequeños. Todo esto puede ser un buen ejemplo de como el macrosistema (el desarrollo socioeconómico y cultural) puede influir directamente en el ámbito familiar (un microsistema).
Por otra parte, a nivel más individual, los factores que inciden en las relación cuidador-hijo en los dos primeros años de vida han sido objeto de investigación recurrente. En general, suele admitirse que el perfil del bebé influye en su crianza, sobre todo cuando este presenta un rasgo particular e infrecuente; por ejemplo, los bebés excepcionalmente apáticos o excepcionalmente excitables suelen tener, respectivamente, mayores probabilidades de que su cuidador tienda a ignorarlos o a responder con exasperación.
Si bien cuidador e hijo aportan a su vínculo variables biológicas y temperamentales, sólo el cuidador incorpora elementos de su historia previa, sus valores culturales y sus expectativas sobre la crianza, atributos que hacen que su comportamiento sea más variado que el del bebé. Según Marrone: "La respuesta sensible que el cuidador ofrece de un modo continuo durante el primer año de vida del bebé es el mejor predictor de la seguridad del apego del niño en ese primer año. Por otra parte, la actitud distante y la conducta de rechazo por parte del cuidador (particularmente en cuanto al contacto corporal con el niño) predicen un patrón de conducta evitativo". Por ello, toda cuestión de los estilos parentales disfuncionales como determinantes del apego inseguro y de las psicopatologías que pueden propiciar merecen un estudio cuidadoso.
Así, las relaciones marcadas por la sensibilidad del cuidador conducen, con una mayor probabilidad a un vínculo de apego firme. Esa sensibilidad se refiere a la habilidad del adulto para responder de forma contingente y con la intensidad y cualidad adecuadas a las señales y demandas del bebé.
ELEMENTOS DEL VÍNCULO DEL APEGO
El apego es un constructo complejo y multidimensional, conformado por elementos emocionales, comportamentales y cognitivos/mentales. Pasemos a ver cada uno de estos.
El componente emocional es bastante marcado en este vínculo, y genera sentimientos de confianza o desconfianza, de buena autoestima o falta de autoestima, en función de la disponibilidad o consistencia de la respuesta de la figura de apego a las demandas de protección y de seguridad.
El componente comportamental configura la reacción del niño y sus conductas -la búsqueda de proximidad, la resistencia a la separación, que muestra con síntomas de angustia, los intentos por mantener un contacto sensorial y físico privilegiado con la figura de apego, el uso de su cuidador como apoyo desde el que explorar el mundo físico y social, y la búsqueda de refugio y bienestar emocional en los momentos de tristeza, temor o malestar.
Por último, el componente mental o cognitivo se refiere al modelo interno que construye el niño de su relación con el cuidador y con el mundo. Juegan un papel muy importante las expectativas sobre el futuro, así como filtrar e integrar la información nueva. De este modo, un modelo de apego seguro hará creer al niño que su cuidador estará siempre accesible y que su ayuda será incondicional. En cambio, en el peor de los casos, el niño puede creer que no merece ser amado y no tener expectativas de ayudas ajenas en caso de necesidad. Por ejemplo, existe una gran incidencia en niños que han sido maltratados o abandonados de modelos erróneos mentales que incitan a este a culparse de los castigos o de los conflictos parentales.
Los modelos internos son dinámicos y están en continuo crecimiento en función de las relaciones afectivas que se tengan, lo que permite cierta flexibilidad mental. No obstante, la representación original de su relación con su cuidador y con el mundo actuará como base para futuras interpretaciones. Los modelos mentales suelen operar de manera inconsciente, lo que supone que las interpretaciones resultantes puedan estar sesgadas -ser total o parcialmente erróneas-, tendiendo a perpetuar un modelo de relación del que el sujeto ni siquiera es consciente. Por tanto, no podemos hablar de un determinismo absoluto de las experiencias tempranas, pero sí en un primer sesgo o error en la forma de percibir las relaciones con los otros.
La investigación realizada con niños maltratados es un buen ejemplo de esto, y es que las nuevas experiencias de familia, como en el caso de la adopción, no sustituyen de forma inmediata las experiencias pasadas. Con frecuencia el modelo generado sobre rechazo al otro, e incluso sobre abuso está presente en el niño quien en muchos casos desafía y pone al límite a su nueva familia, a fin de confirmar el modelo de relación que le resulta más familiar.
LA ESTABILIDAD DEL VÍNCULO DE APEGO
Existen numerosas evidencias sobre la estabilidad del apego en el segundo año de vida. El apego del cuidador principal suscita un modelo interno capaz de condicionar las restantes situaciones; en consecuencia, es difícil escapar a un modo particular de entender las relaciones y que busca perpetuar dicho modelo constantemente. A pesar de esto y alternativamente, el apego es considerado un sistema flexible y adaptativo, capaz de acomodarse a diferentes situaciones.
Así, el 78% de los adultos mantiene el estilo de apego que construyó en su infancia, pero es cierto que el 28% restante lo modifica en función de cambios significativos en sus vidas y diferentes factores. Por tanto, podemos confirmar que la continuidad y estabilidad de la formación de vínculos de apego pueden atribuirse tanto a factores estables e internos como a factores del ambiente, externos.
Según Soufre, los niños con apegos inseguros tienden a generar hostilidad en los demás, lo que con mucha probabilidad incita a los otros a reaccionar con agresividad, confirmando así el modelo original del niño -lo que en psicología social se conoce como el efecto Pigmalión: las consecuencias acaban confirmando los modelos preestablecidos por el niño-. Por su parte, los niños con apego seguro suelen escoger como compañeros a quienes confirman sus expectativas de apoyo mutuo, lo que igualmente perpetúa su modelo de relación. En un estudio longitudinal (estudio que se realiza al mismo individuo a distintas edades o momentos temporales diferentes para hacer posible la investigación del cambio evolutivo intraindividual) se demuestra que los niños que manifestaban un apego seguro a los 12 o 18 meses eran, más tarde, descritos por sus profesores como más empáticos, socialmente más competentes y con más amigos que los que fueron clasificados como inseguros. Además, la continuidad en los modos de relación pueden hacer correlacionar el tipo de apego en los primeros años de vida y el estilo de apego en futuras relaciones amorosas.
Pero como comentamos de la flexibilidad mental y el dinamismo, cualquier cambio que afecte de forma severa y constante a las formas de relación del niño puede ocasionar cambios en el apego. De hecho, en las clases sociales más bajas hay mayores probabilidades de que un apego seguro mude hacia formas más inseguras, volviendo a incidir en cómo un sistema sociocultural y económico puede incidir en el sistema familiar y en los modos concretos de relacionarse. También esto explica los cambios en el tipo de apego tras acontecimientos que afectan a las condiciones de cuidado de los hijos, como un divorcio, un cambio de residencia, la llegada de un nuevo miembro a la familia, etc, por lo tanto, hablaríamos de una postura intermedia que propone que es posible considerar que el apego tiende a ser estable, pero a al vez susceptible a cambiar si las condiciones lo demandan.
Obviamente, el tema del apego es algo tan importante y crucial en la vida de los seres humanos y de los animales que podría ampliarse mucho más, por lo que seguiré tratando sobre este tema en entradas posteriores, cayendo aquí posiblemente en reduccionismos y definiciones vagamente precisas de algo tan complejo y mutlidimensional como es este tipo de vínculo.
ARTÍCULOS RELACIONADOS
¿Qué es el apego?: concepto, formación y patrones
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
-Manual de Psicología del Desarrollo de la UNED.
Una vez explicados los diferentes patrones de apego (el apego seguro, el apego inseguro evitativo, el apego inseguro resistente/ambivalente y el apego desorganizado) y haber tratado cómo se formaban estos vínculos, voy a proceder a esclarecer otros temas interesantes al respecto, como llevarlo más a un terreno sociocultural, además del individual y el evolutivo, y a la importancia del apego en la primera infancia como pilar fundamental sobre el que construir sus relaciones futuras.
FACTORES QUE AFECTAN A LA FORMACIÓN DEL APEGO
Los diferentes tipos de apego guardan una relación con las distintas culturas en las que tiene lugar la crianza -esto parece bastante lógico, ya que no nos criamos "en un vacío", sino en un contexto sociocultural concreto-. Así, por ejemplo los bebés de sociedades tradicionales, como en las culturas asiáticas, suelen tender a un apego seguro. En cambio, en las sociedades occidentales se promueven también los apegos evitativos, posiblemente en un intento de fomentar desde muy temprano la independencia de los más pequeños. Todo esto puede ser un buen ejemplo de como el macrosistema (el desarrollo socioeconómico y cultural) puede influir directamente en el ámbito familiar (un microsistema).
Por otra parte, a nivel más individual, los factores que inciden en las relación cuidador-hijo en los dos primeros años de vida han sido objeto de investigación recurrente. En general, suele admitirse que el perfil del bebé influye en su crianza, sobre todo cuando este presenta un rasgo particular e infrecuente; por ejemplo, los bebés excepcionalmente apáticos o excepcionalmente excitables suelen tener, respectivamente, mayores probabilidades de que su cuidador tienda a ignorarlos o a responder con exasperación.
Si bien cuidador e hijo aportan a su vínculo variables biológicas y temperamentales, sólo el cuidador incorpora elementos de su historia previa, sus valores culturales y sus expectativas sobre la crianza, atributos que hacen que su comportamiento sea más variado que el del bebé. Según Marrone: "La respuesta sensible que el cuidador ofrece de un modo continuo durante el primer año de vida del bebé es el mejor predictor de la seguridad del apego del niño en ese primer año. Por otra parte, la actitud distante y la conducta de rechazo por parte del cuidador (particularmente en cuanto al contacto corporal con el niño) predicen un patrón de conducta evitativo". Por ello, toda cuestión de los estilos parentales disfuncionales como determinantes del apego inseguro y de las psicopatologías que pueden propiciar merecen un estudio cuidadoso.
Así, las relaciones marcadas por la sensibilidad del cuidador conducen, con una mayor probabilidad a un vínculo de apego firme. Esa sensibilidad se refiere a la habilidad del adulto para responder de forma contingente y con la intensidad y cualidad adecuadas a las señales y demandas del bebé.
ELEMENTOS DEL VÍNCULO DEL APEGO
El apego es un constructo complejo y multidimensional, conformado por elementos emocionales, comportamentales y cognitivos/mentales. Pasemos a ver cada uno de estos.
El componente emocional es bastante marcado en este vínculo, y genera sentimientos de confianza o desconfianza, de buena autoestima o falta de autoestima, en función de la disponibilidad o consistencia de la respuesta de la figura de apego a las demandas de protección y de seguridad.
El componente comportamental configura la reacción del niño y sus conductas -la búsqueda de proximidad, la resistencia a la separación, que muestra con síntomas de angustia, los intentos por mantener un contacto sensorial y físico privilegiado con la figura de apego, el uso de su cuidador como apoyo desde el que explorar el mundo físico y social, y la búsqueda de refugio y bienestar emocional en los momentos de tristeza, temor o malestar.
Por último, el componente mental o cognitivo se refiere al modelo interno que construye el niño de su relación con el cuidador y con el mundo. Juegan un papel muy importante las expectativas sobre el futuro, así como filtrar e integrar la información nueva. De este modo, un modelo de apego seguro hará creer al niño que su cuidador estará siempre accesible y que su ayuda será incondicional. En cambio, en el peor de los casos, el niño puede creer que no merece ser amado y no tener expectativas de ayudas ajenas en caso de necesidad. Por ejemplo, existe una gran incidencia en niños que han sido maltratados o abandonados de modelos erróneos mentales que incitan a este a culparse de los castigos o de los conflictos parentales.
Los modelos internos son dinámicos y están en continuo crecimiento en función de las relaciones afectivas que se tengan, lo que permite cierta flexibilidad mental. No obstante, la representación original de su relación con su cuidador y con el mundo actuará como base para futuras interpretaciones. Los modelos mentales suelen operar de manera inconsciente, lo que supone que las interpretaciones resultantes puedan estar sesgadas -ser total o parcialmente erróneas-, tendiendo a perpetuar un modelo de relación del que el sujeto ni siquiera es consciente. Por tanto, no podemos hablar de un determinismo absoluto de las experiencias tempranas, pero sí en un primer sesgo o error en la forma de percibir las relaciones con los otros.
La investigación realizada con niños maltratados es un buen ejemplo de esto, y es que las nuevas experiencias de familia, como en el caso de la adopción, no sustituyen de forma inmediata las experiencias pasadas. Con frecuencia el modelo generado sobre rechazo al otro, e incluso sobre abuso está presente en el niño quien en muchos casos desafía y pone al límite a su nueva familia, a fin de confirmar el modelo de relación que le resulta más familiar.
LA ESTABILIDAD DEL VÍNCULO DE APEGO
Existen numerosas evidencias sobre la estabilidad del apego en el segundo año de vida. El apego del cuidador principal suscita un modelo interno capaz de condicionar las restantes situaciones; en consecuencia, es difícil escapar a un modo particular de entender las relaciones y que busca perpetuar dicho modelo constantemente. A pesar de esto y alternativamente, el apego es considerado un sistema flexible y adaptativo, capaz de acomodarse a diferentes situaciones.
Así, el 78% de los adultos mantiene el estilo de apego que construyó en su infancia, pero es cierto que el 28% restante lo modifica en función de cambios significativos en sus vidas y diferentes factores. Por tanto, podemos confirmar que la continuidad y estabilidad de la formación de vínculos de apego pueden atribuirse tanto a factores estables e internos como a factores del ambiente, externos.
Según Soufre, los niños con apegos inseguros tienden a generar hostilidad en los demás, lo que con mucha probabilidad incita a los otros a reaccionar con agresividad, confirmando así el modelo original del niño -lo que en psicología social se conoce como el efecto Pigmalión: las consecuencias acaban confirmando los modelos preestablecidos por el niño-. Por su parte, los niños con apego seguro suelen escoger como compañeros a quienes confirman sus expectativas de apoyo mutuo, lo que igualmente perpetúa su modelo de relación. En un estudio longitudinal (estudio que se realiza al mismo individuo a distintas edades o momentos temporales diferentes para hacer posible la investigación del cambio evolutivo intraindividual) se demuestra que los niños que manifestaban un apego seguro a los 12 o 18 meses eran, más tarde, descritos por sus profesores como más empáticos, socialmente más competentes y con más amigos que los que fueron clasificados como inseguros. Además, la continuidad en los modos de relación pueden hacer correlacionar el tipo de apego en los primeros años de vida y el estilo de apego en futuras relaciones amorosas.
Pero como comentamos de la flexibilidad mental y el dinamismo, cualquier cambio que afecte de forma severa y constante a las formas de relación del niño puede ocasionar cambios en el apego. De hecho, en las clases sociales más bajas hay mayores probabilidades de que un apego seguro mude hacia formas más inseguras, volviendo a incidir en cómo un sistema sociocultural y económico puede incidir en el sistema familiar y en los modos concretos de relacionarse. También esto explica los cambios en el tipo de apego tras acontecimientos que afectan a las condiciones de cuidado de los hijos, como un divorcio, un cambio de residencia, la llegada de un nuevo miembro a la familia, etc, por lo tanto, hablaríamos de una postura intermedia que propone que es posible considerar que el apego tiende a ser estable, pero a al vez susceptible a cambiar si las condiciones lo demandan.
Obviamente, el tema del apego es algo tan importante y crucial en la vida de los seres humanos y de los animales que podría ampliarse mucho más, por lo que seguiré tratando sobre este tema en entradas posteriores, cayendo aquí posiblemente en reduccionismos y definiciones vagamente precisas de algo tan complejo y mutlidimensional como es este tipo de vínculo.
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-Manual de Psicología del Desarrollo de la UNED.
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