Algunas teorías de Freud: la sexualidad infantil y el Complejo de Edipo

Bueno, vamos a meternos de lleno con algunas teorías planteadas por Freud -ya sabéis la manía que le tengo a este autor, por lo que intentaré meramente plantear sus teorías sin discernirme en mis propias opiniones o conclusiones, o incluso realice un post de cómo se han postulado otras teorías en detrimento de estas y que quizás son más vigentes en la actualidad, con sustrato experimental y fisiológico concreto, y no meras teorías planteadas por un autor que, como ya he repetido en contadas ocasiones, no utilizaba el método experimental-. Bueno, vamos a algunas de sus teorías -como son bastantes, haré otro post con otras tantas teorías; aquí expondré las que el tiempo y las ganas me permitan-.

Os dejo aquí otro post anterior por si queréis poneros en contexto sobre quién era Freud y por qué recibió tantas críticas.


LA SEXUALIDAD INFANTIL

En su concepción del desarrollo sexual humano, Freud sostiene la existencia de diversa etapas (oral, anal, fálica, de latencia y genital), relacionadas con las distintas zonas erógenas del cuerpo del niño. Son zonas especialmente sensibles y que cumplen funciones orgánicas básicas para los bebés, como mamar, defecar u orinar. Estas actividades relajan la tensión interna del sujeto, pero las zonas erógenas implicadas en ellas son fuentes de placer en sí mismas. La boca y los labios, por ejemplo, son áreas muy sensibles relacionadas con la alimentación, y sostiene que por ejemplo cuando un niño mama, la estimulación oral -además dela de la alimentación- en sí misma es placentera -por eso el bebé chuparía otras cosas, como su propio dedo o un chupete-. Lógicamente, a lo largo de la vida de la persona, los estímulos considerados socialmente aceptables apropiados para estimular las diversas zonas erógenas irán variando, y así irán apareciendo sustitutivos, como los caramelos, el tabaco, el alcohol, las caricias, los besos...

Dentro de este esquema que plantea Freud, una de las funciones orgánicas básicas como es la reproductora aparecería más tardíamente en el desarrollo. Es durante la pubertad donde la zona genital y el resto de las zonas erógenas cobran especial protagonismo por su desarrollo madurativo. Desde el punto de vista de Freud, en una persona normal la estimulación de estas zonas generaba una excitación que se ponía al servicio de los impulsos genitales y concluía con el coito -me reservo mis opiniones-, pero también podía ocurrir que el placer asociado a alguna de las zonas erógenas primitivas fuera más intenso que el producido por la zona genital: en este caso se desarrollaba lo que en la época de Freud se consideraban "perversiones" (sadismo, coprofilia -placer por oler o tocar excrementos-, homosexualidad...): el deseo sexual se fijaba en zonas como la boca, el ano, los pies...

Además, podía darse el caso de que el sujeto fuera incapaz de canalizar su sexualidad a través de las zonas placenteras: en ese caso, aparecía una "neurosis" y el sujeto en lugar manifestar una sexualidad normal desarrollaba síntomas histéricos.

Por lo tanto, la conclusión de Freud era que no existían objetos naturalmente predeterminados para la satisfacción del impulso sexual, más allá de lo que la sociedad consideraba como adecuado, y en segundo lugar, que cualquier persona podía desarrollar una perversión o neurosis sin necesidad de sufrir un daño neuroanatómico -de hecho, Freud creía que era muy difícil formar a un individuo totalmente sano desde el punto de vista sexual, que tal como exigía la moral burguesa, ajustara su actividad coital a un fin reproductor-.



EL COMPLEJO DE EDIPO

Su teoría del Complejo de Edipo sustituiría a la "Teoría de la seducción" que planteaba años anteriores por las duras críticas que recibió al respecto, lo cuál hizo que revisara su planteamiento -en ella planteaba cosas como que los trastornos histéricos podían ser descritos solo en mujeres y no en hombres-, por lo que sometió dicha teoría a una reconceptualización.

Por lo tanto, Freud llegó a la conclusión tras un autoanálisis exhaustivo de que la teoría de la seducción era falsa, y planteaba que las experiencias sexuales tempranas relatadas por sus pacientes no habían sido reales, sino fantasías con las que disfrazaban a través de síntomas deseos incestuosos hacia las figuras parentales durante la infancia. El niño deseaba inconscientemente poseer a la madre por sí mismo, y por eso albergaba sentimientos de odio y deseos de muerte hacia el padre. Esto sucedía en la etapa pregenital, entre los 3 y los 6 años, momento en el que también se desarrolla miedo a la castración, entendida esta como el castigo o represalia del padre ante los deseos incestuosos. Estos impulsos sexuales caerían en un estado de latencia hasta la pubertad, etapa en la que el complejo revive para poder elegir un objeto de deseo apropiado, normalmente evocadora de la propia madre.

La estructura de este complejo sería diferente en el caso de las niñas, cuya explicación es más polémica. El complejo de edipo femenino estaba basado en una supuesta envidia que la niña sentiría por su carencia de pene. Esta situación era vivida para la niña como una castración de su propio organismo. La niña se orientaba así hacia el padre para conseguir el pene y tal deseo se albergaría bajo la posibilidad simbólica de que su progenitor le proporcionara un hijo. Por lo tanto, según Freud, el niño superaría el cimplejo de Edipo en la edad adulta al transferir su amor maternal a su esposa, y la niña lo superaría cuando tuviera un hijo varón.

Las ideas freudianas sobre la sexualidad infantil han sido motivo constante de polémica, incluso dentro de los adeptos a la escuela psiconalítica -de la cual Freud es su máximo exponente-, ya que el complejo de Edipo representaba de forma estereotipada la familia nuclear y patriarcal vienesa de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, dejándose inundar también en prejuicios misóginos propios de la época.

Y aquí me quedo para que podáis asimilar esta información de forma extremadamente resumida.



Fuentes:
-Manual de Historia de la Psicología de la UNED.


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