Pesadillas: causas, utilidades, tratamientos...
Entre una de las funciones de dormir se encuentra la de reponernos tanto física como psicológicamente; sin embargo, hay momentos en los que la etapa del sueño que solemos asociar a la calma y el bienestar se transforman en un infierno. Las pesadillas han pasado de ser una experiencia desagradable a ser una fuente de todo tipo de mitologías, incluso sinónimo de "aquello de lo que queremos huir; cualquier hecho traumático o desagradable".
¿QUÉ SON LAS PESADILLAS Y POR QUÉ APARECEN?
Las pesadillas son un estado de ansiedad y agitación que aparece en el momento de soñar, muchas veces asociado a imágenes y sensaciones que causan miedo, tristeza o cualquier otra emoción negativa, de un modo tan intenso que se genera la interrupción del sueño. Así pues, se considera que un mal sueño no llega a ser una pesadilla si no hace que nos despertemos o que lleguemos a un estado de consciencia entre el sueño y la vigilia.
El contenido que genera miedo intenso suele relacionarse con amenazas a la supervivencia (como un ataque físico) o a la autoestima (como, por ejemplo, un fracaso personal), pudiendo ser tal una experiencia real, una fantasía total o una combinación de ambas. Esta ruptura repentina con el sueño se produce sobre todo en la fase del sueño REM, que es la etapa de sueño que más se parece a la vigilia -respecto a los patrones de activación neuronal-, donde un pequeño "empujón" nos puede llevar a volver al mundo real. Esta etapa del sueño se inicia cada 90-110 minutos desde que la persona se duerme, pero en realidad, pueden acontecer en cualquier momento de la noche -aunque es más probable que surjan en la segunda mitad de la noche, cuando la fase REM es más prominente.
A veces las pesadillas pueden provocar elevados niveles de ansiedad, sentimientos de indefensión, miedo secundario a dormirse o a la oscuridad, empeoramiento del sueño, conductas antagónicas al sueño, tener horarios de sueño irregulares, y síntomas similares al insomnio psicofisiológico. Además, pueden afectar a nuestro día a día debido a la angustia asociada al sueño, que incrementa la fatiga por la interrupción sistemática del descanso nocturno. También puede provocar insomnio o somnolencia diurna.
Diversos informes han señalado la existencia de una relación entre las pesadillas y los trastornos del estado de ánimo y de ansiedad. Por ejemplo, en un estudio se observó que los pacientes diagnosticados con depresión mayor que presentaban pesadillas frecuentes (especialmente mujeres) eran más propensas a que tuvieran riesgo de suicidio. La vinculación entre pesadillas y los trastornos psicóticos también ha sido documentada -existe una fuerte vinculación entre frecuencia de pesadillas y trastornos esquizotípico y límite de la personalidad-.
Otros estudios ponen de manifiesto que las personas que sufren con frecuencia pesadillas se caracterizan por mostrar una dificultad para regular de manera efectiva sus emociones.
Respecto al sueño y todo lo que lo rodea, hay poco que se sepa con seguridad, aunque sí existe consenso en ciertas cosas. En primer lugar, llevar un estilo de vida ajetreado y con estrés hace que aparezcan con mayor frecuencia, como sucede también en la adicción al alcohol, haciendo que lo que soñamos tienda a ser más desagradables y nos produzca mayor ansiedad. Otras causas que pueden generar pesadillas son el consumo de psicoactivos, el consumo de algunos medicamentos con efectos secundarios sobre el sueño, o cenar demasiado tarde o de manera abundante antes de dormir, fiebre, o suspensión de fármacos. También pueden ser un signo de trastorno de respiración durante el sueño (apnea del sueño), o trastorno del sueño (narcolepsia o trastorno del terror nocturno).
Otro dato a destacar es que las pesadillas son muy comunes en la infancia y adolescencia, y suelen afectar más a las niñas que a los niños.
¿SON ÚTILES?
Algunas teorías de la psicología evolucionista apuntan a que las pesadillas no tienen ninguna utilidad, y son consecuencia de la evolución que no ha sido promovida como rasgo ventajoso; simplemente están ahí, y son lo suficientemente inofensivas como para que los genes que las hacen posibles no desaparezcan con el paso de las generaciones.
Otras teorías, en cambio, sí atribuyen una utilidad a las pesadillas. Concretamente, señalan que su presencia en el día a día puede hacer que nos preparemos para eventos estresantes, manteniendo un cierto estado de ansiedad que nos será útil a corto plazo para vencer obstáculos concretos y que aparecen cuando hay algo en nuestras previsiones que nos preocupa -por ejemplo, si estamos preocupados por un examen, tendremos pesadillas con él, y según esta teoría, eso nos ayudará a prepararnos mejor para afrontar dicho examen-. De este modo, la pesadilla sería una especie de entrenamiento mental para entrar en un estado de alerta con mayor facilidad y reaccionar rápidamente.
Sin embargo, en algunos casos la posible utilidad de las pesadillas no compensaría los daños que producen, de modo que entramos en un círculo vicios de estrés y ansiedad que repercute negativamente en nuestra salud.
En cualquier caso, la mayoría de las personas no se ven significativamente afectadas por la aparición de las pesadillas, ya que no suelen darse de manera muy seguida y, a pesar de que en muchos casos lo que se ve en ellos resulta muy perturbador, no se experimenta con la misma crudeza con la que se viviría si fuese real.
TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS DE LAS PESADILLAS
Sin embargo, las pesadillas pueden constituir un fenómeno psicopatológico cuyo estudio científico ha empezado a adquirir gran relevancia, no solo por su significación clínica, sino también por su estrecha relación con el trastorno de estrés postraumático, depresión, trastorno de ansiedad o trastornos de la personalidad. Como consecuencia, el interés en los últimos años por el abordaje terapéutico de las pesadillas se ha incrementado de forma notable, con técnicas conductuales (desensibilización sistemática -relajación muscular progresiva- y exposición -teniendo en cuenta que las pesadillas se asemejan a las fobias o estímulos no placenteros que el sujeto evita, pueden tratarse como las propias fobias-), técnicas cognitivas (estrategias de modificación del contenido del sueño -repasando antes de dormir imágenes placenteras con las que les gustaría soñar- y de afrontamiento de la pesadilla -implican un entrenamiento en el que uno debe estar simultáneamente soñando y siendo consciente de estar soñando, es decir, sueños lúcidos-) y técnicas de desactivación -como las estrategias de relajación y la hipnosis-.
Los tratamientos farmacológicos, sin embargo, no han tenido mucho éxito en el tratamiento de las pesadillas.
Fuentes:
-Miró, E. y Martínez, P. (2004). Tratamientos psicológicos de las pesadillas: Una revisión. International Jorunal of Psychology and Psychological Therapy, 4, p. 11-36.
-Manual de Psicología de la Motivación de la UNED
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