El salseo de los antidepresivos
Hace poco leí un artículo sobre la hipótesis serotoninérgica y la historia del desarrollo y comercialización de los antidepresivos que me gustaría compartir de forma un poco más mundana. Al tratar temas farmacológicos y bioquímicos intentaré explicarlo de forma sencilla pero sin ser demasiado reduccionista -no prometo nada-.
LA HIPÓTESIS SEROTONINÉRGICA
Entre las críticas que reciben los antidepresivos hay una que hace referencia a la hipótesis serotoninérgica (o monoaminérgica, en general). El argumento es más o menos que la hipótesis serotoninérgica de la depresión no tiene suficiente base científica y que, por lo tanto, el empleo de antidepresivos no está justificado. De entrada, es cierto que no sabemos cuál es el mecanismo de acción de los antidepresivos y que el mecanismo del que más se habla -que la depresión está relacionada con una deficiencia funcional de neurotransmisores- no tiene una evidencia que lo confirme. Pero vamos a revisar brevemente la historia de los antidepresivos para entender por qué no hay una relación directa entre la hipótesis serotoninérgica y la utilización de los antidepresivos.
Los antidepresivos se descubrieron por un mecanismo que se llama serendipia, que consiste en encontrar una cosa buscando otra. Así es como se han descubierto miles de cosas en medicina y en ciencia, desde la penicilina hasta la Viagra. El primer antidepresivo que se identificó fue la iproniacida, en 1952, que entonces se usaba para enfermos que no eran psiquiátricos, sino tuberculosos. A raíz de esto se probó en pacientes deprimidos y en 1957 fue comunicada su eficacia como antidepresivo. Surgió así un grupo de antidepresivos llamados "inhibidores de la monoaminooxidasa o IMAOs".
Otro grupo clásico de antidepresivos son los tricíclicos, cuyo primer representante fue la imipramina, -también descubierta por serendipia: buscando un antipsicótico-. En los añoso 50 del siglo pasado se estimaba la prevalencia de la depresión en un 0,5% mientras que en los años 90 se hablaba de un 10-25% de la población. Pero el gran "boom" de la depresión llegaría en los años 80 en relación a la comercialización del mítico Prozac. El caso es que en los primeros de los años 60 se habían comercializado 7 IMAOs y dos tricíclicos (antidepresivos), y nadie tenía ni la más remota idea de sus mecanismos de acción, basándose más bien en observaciones clínicas más que en la hipótesis serotoninérgica. Es en 1965 cuando se lanza la primera hipótesis sobre el mecanismo de acción de los antidepresivos, donde se propone que la depresión se debe a un déficit relativo en catecolaminas -y e especial, de la noradrenalina-. Es decir, la primera hipótesis que se publica oficialmente no tiene nada que ver con la serotonina, sino con la adrenalina -Canon ya había en 1929 identificado la noradrenalina y a la adrenalina como factores claves para movilizar la respuesta de "lucha-huída" frente a estímulos amenazantes-.
Fue en el 67 cuando por primera vez Coppen implica a la serotonina en la depresión y surge la hipótesis serotoninérgica Entonces comienza un salseo a nivel de investigación en el que se forman dos bandos: los investigados americanos se dedican a la noradrenalina y los británicos a la serotonina (ambas son monoaminas, pero la noradrenalina es una catecolamina, y la serotonina, una indolamina). Pero hay que decir que ninguno de estos investigadores presentaron verdades científicas irrebatibles sino como lo que eran: meras hipótesis, que podían mover a una mayor investigación y a aumentar nuestros conocimientos de la neurotransmisión y la bioquímica.
Algunas de la incongruencias de estas hipótesis eran las siguientes:
-La inducción bioquímica de los efectos sobre los neurotransmisores en la sinapsis -región que existe entre dos neuronas- es inmediata, pero el efecto antidepresivo es tardío (de hecho, los antidepresivos no comienzan a hacer efectos hasta varias semanas desde el comienzo de la toma de los mismos).
-Moléculas inhibidoras de la recaptación de las aminas -como la cocaína- no son antidepresivas.
-No se ha demostrado alteraciones de los neurotransmisores en los pacientes depresivos de una manera concluyente -a excepción de la asociación entre baja serotonina y suicidio-.
METE MANO EN EL ASUNTO LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA
Otra vía muy diferente siguió la industria farmacéutica en relación con la hipótesis monoaminérgica. Por un lado, ha sido una herramienta y una hipótesis que ha guiado el desarrollo de nuevos fármacos y se han buscado fármacos que actuaran sobre determinados neurotransmisores como guía para dar con antidepresivos; pero por otro lado se han utilizado como herramienta de marketing, generando toda una neurociencia-ficción simplista para darle un lustre científico a sus productos y la han presentado como más basada en la evidencia científica de lo que realmente eran.
Por tanto, la industria farmacéutica no se dedicó solo a vender antidepresivos, sino a vender depresión -principio básico del marketing: no ser solo un buen vendedor de agua, sino vender sed-. A ello colaboraron los cambios en los criterios diagnósticos de la depresión en el DSM-III que amplió el concepto de depresión al introducir la depresión mayor -es decir, una diferente etiqueta diagnóstica: en los años 50, las depresiones principales eran melancolías o depresiones graves psicóticas, y no el fenómeno actual de las depresiones ambulatorias-.
Se produce entonces un fenómeno llamado "promoción de enfermedades" -disease mongering- para vender fármacos.
LA NUEVA LEY DE 1962
Pero a partir de 1962 se reformuló la ley para evitar en parte esto, la cual cambió por completo el desarrollo y la comercialización de fármacos:
1. Las compañías farmacéuticas debían desarrollar fármacos dirigidos a enfermedades específicas -dejar de vender, por ejemplo, un fármaco como "tranquilizante" -etiqueta general-, sino para una enfermedad concreta.
2. Los fármacos solo estarían disponibles bajo prescripción médica.
3. Se obliga a realizar ensayos clínicos aleatorizados controlados para demostrar la eficacia y seguridad de los fármacos -este último punto es muy importante para no sacar al mercado cualquier fármaco o sobredimensionar la eficacia de un fármaco -como hacía Freud con sus resultados clínicos básicamente jeje-, aunque esto encareció por supuesto los fármacos -los ensayos farmacéuticos son caros-.
Anteriormente, como hemos visto, un investigador o clínico podía observar el efecto en un fármaco, estudiarlo en un cierto número de pacientes y publicar los resultados, y en pocos meses o años el fármacos podía salir al mercado. En cambio, con esta nueva ley, el desarrollo de fármacos se complica, costando muchos millones y años llegar al mercado.
CONCLUSIONES
Resumiendo, este breve recorrido histórico nos muestra que la historia de la hipótesis serotoninérgica es mucho más compleja de lo que se afirma habitualmente de manera simplista, y desde luego, que no hay una relación entre su veracidad y el uso clínico de los antidepresivos. Ha sido una herramienta para realizar nuevos descubrimientos, pero también ha sido mal utilizada y sobredimensionada. En ello han influido múltiples factores, como la industria farmacéutica y el papel de la Administración por medio de la normativa para el desarrollo y comercialización de fármacos.
Sin embargo, el no conocer exactamente cómo funcionan los antidepresivos y basarnos en hipótesis no quiere decir que no se haya demostrado su eficacia. Pero de esto hablaré en otras entradas.
Fuentes:
-http://www.psyciencia.com/depresion-serotonina-historia/?fbclid=IwAR06ieMkrBU1kBSU4Qumh7NO9F28h9bniRKh2qa0s4KbYI1KWKk2y_8-Uh8
-COPPEN, A. (1967). The Biochemistry of Affective Disorders. The British Journal of Psychiatry, 113(504), 1237-1264. doi:10.1192/bjp.113.504.1237
LA HIPÓTESIS SEROTONINÉRGICA
Entre las críticas que reciben los antidepresivos hay una que hace referencia a la hipótesis serotoninérgica (o monoaminérgica, en general). El argumento es más o menos que la hipótesis serotoninérgica de la depresión no tiene suficiente base científica y que, por lo tanto, el empleo de antidepresivos no está justificado. De entrada, es cierto que no sabemos cuál es el mecanismo de acción de los antidepresivos y que el mecanismo del que más se habla -que la depresión está relacionada con una deficiencia funcional de neurotransmisores- no tiene una evidencia que lo confirme. Pero vamos a revisar brevemente la historia de los antidepresivos para entender por qué no hay una relación directa entre la hipótesis serotoninérgica y la utilización de los antidepresivos.
Los antidepresivos se descubrieron por un mecanismo que se llama serendipia, que consiste en encontrar una cosa buscando otra. Así es como se han descubierto miles de cosas en medicina y en ciencia, desde la penicilina hasta la Viagra. El primer antidepresivo que se identificó fue la iproniacida, en 1952, que entonces se usaba para enfermos que no eran psiquiátricos, sino tuberculosos. A raíz de esto se probó en pacientes deprimidos y en 1957 fue comunicada su eficacia como antidepresivo. Surgió así un grupo de antidepresivos llamados "inhibidores de la monoaminooxidasa o IMAOs".
Otro grupo clásico de antidepresivos son los tricíclicos, cuyo primer representante fue la imipramina, -también descubierta por serendipia: buscando un antipsicótico-. En los añoso 50 del siglo pasado se estimaba la prevalencia de la depresión en un 0,5% mientras que en los años 90 se hablaba de un 10-25% de la población. Pero el gran "boom" de la depresión llegaría en los años 80 en relación a la comercialización del mítico Prozac. El caso es que en los primeros de los años 60 se habían comercializado 7 IMAOs y dos tricíclicos (antidepresivos), y nadie tenía ni la más remota idea de sus mecanismos de acción, basándose más bien en observaciones clínicas más que en la hipótesis serotoninérgica. Es en 1965 cuando se lanza la primera hipótesis sobre el mecanismo de acción de los antidepresivos, donde se propone que la depresión se debe a un déficit relativo en catecolaminas -y e especial, de la noradrenalina-. Es decir, la primera hipótesis que se publica oficialmente no tiene nada que ver con la serotonina, sino con la adrenalina -Canon ya había en 1929 identificado la noradrenalina y a la adrenalina como factores claves para movilizar la respuesta de "lucha-huída" frente a estímulos amenazantes-.
Fue en el 67 cuando por primera vez Coppen implica a la serotonina en la depresión y surge la hipótesis serotoninérgica Entonces comienza un salseo a nivel de investigación en el que se forman dos bandos: los investigados americanos se dedican a la noradrenalina y los británicos a la serotonina (ambas son monoaminas, pero la noradrenalina es una catecolamina, y la serotonina, una indolamina). Pero hay que decir que ninguno de estos investigadores presentaron verdades científicas irrebatibles sino como lo que eran: meras hipótesis, que podían mover a una mayor investigación y a aumentar nuestros conocimientos de la neurotransmisión y la bioquímica.
Algunas de la incongruencias de estas hipótesis eran las siguientes:
-La inducción bioquímica de los efectos sobre los neurotransmisores en la sinapsis -región que existe entre dos neuronas- es inmediata, pero el efecto antidepresivo es tardío (de hecho, los antidepresivos no comienzan a hacer efectos hasta varias semanas desde el comienzo de la toma de los mismos).
-Moléculas inhibidoras de la recaptación de las aminas -como la cocaína- no son antidepresivas.
-No se ha demostrado alteraciones de los neurotransmisores en los pacientes depresivos de una manera concluyente -a excepción de la asociación entre baja serotonina y suicidio-.
METE MANO EN EL ASUNTO LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA
Otra vía muy diferente siguió la industria farmacéutica en relación con la hipótesis monoaminérgica. Por un lado, ha sido una herramienta y una hipótesis que ha guiado el desarrollo de nuevos fármacos y se han buscado fármacos que actuaran sobre determinados neurotransmisores como guía para dar con antidepresivos; pero por otro lado se han utilizado como herramienta de marketing, generando toda una neurociencia-ficción simplista para darle un lustre científico a sus productos y la han presentado como más basada en la evidencia científica de lo que realmente eran.
Por tanto, la industria farmacéutica no se dedicó solo a vender antidepresivos, sino a vender depresión -principio básico del marketing: no ser solo un buen vendedor de agua, sino vender sed-. A ello colaboraron los cambios en los criterios diagnósticos de la depresión en el DSM-III que amplió el concepto de depresión al introducir la depresión mayor -es decir, una diferente etiqueta diagnóstica: en los años 50, las depresiones principales eran melancolías o depresiones graves psicóticas, y no el fenómeno actual de las depresiones ambulatorias-.
Se produce entonces un fenómeno llamado "promoción de enfermedades" -disease mongering- para vender fármacos.
LA NUEVA LEY DE 1962
Pero a partir de 1962 se reformuló la ley para evitar en parte esto, la cual cambió por completo el desarrollo y la comercialización de fármacos:
1. Las compañías farmacéuticas debían desarrollar fármacos dirigidos a enfermedades específicas -dejar de vender, por ejemplo, un fármaco como "tranquilizante" -etiqueta general-, sino para una enfermedad concreta.
2. Los fármacos solo estarían disponibles bajo prescripción médica.
3. Se obliga a realizar ensayos clínicos aleatorizados controlados para demostrar la eficacia y seguridad de los fármacos -este último punto es muy importante para no sacar al mercado cualquier fármaco o sobredimensionar la eficacia de un fármaco -como hacía Freud con sus resultados clínicos básicamente jeje-, aunque esto encareció por supuesto los fármacos -los ensayos farmacéuticos son caros-.
Anteriormente, como hemos visto, un investigador o clínico podía observar el efecto en un fármaco, estudiarlo en un cierto número de pacientes y publicar los resultados, y en pocos meses o años el fármacos podía salir al mercado. En cambio, con esta nueva ley, el desarrollo de fármacos se complica, costando muchos millones y años llegar al mercado.
CONCLUSIONES
Resumiendo, este breve recorrido histórico nos muestra que la historia de la hipótesis serotoninérgica es mucho más compleja de lo que se afirma habitualmente de manera simplista, y desde luego, que no hay una relación entre su veracidad y el uso clínico de los antidepresivos. Ha sido una herramienta para realizar nuevos descubrimientos, pero también ha sido mal utilizada y sobredimensionada. En ello han influido múltiples factores, como la industria farmacéutica y el papel de la Administración por medio de la normativa para el desarrollo y comercialización de fármacos.
Sin embargo, el no conocer exactamente cómo funcionan los antidepresivos y basarnos en hipótesis no quiere decir que no se haya demostrado su eficacia. Pero de esto hablaré en otras entradas.
Fuentes:
-http://www.psyciencia.com/depresion-serotonina-historia/?fbclid=IwAR06ieMkrBU1kBSU4Qumh7NO9F28h9bniRKh2qa0s4KbYI1KWKk2y_8-Uh8
-COPPEN, A. (1967). The Biochemistry of Affective Disorders. The British Journal of Psychiatry, 113(504), 1237-1264. doi:10.1192/bjp.113.504.1237
Davies, D., & Shepherd, M. (1955). RESERPINE IN THE TREATMENT OF ANXIOUS AND DEPRESSED PATIENTS. The Lancet, 266(6881), 117-120. doi:10.1016/s0140-6736(55)92118-8.
-Healy, D. (2004). The creation of psychopharmacology.
-Mulinari, S. (2012). Monoamine Theories of Depression: Historical Impact on Biomedical Research. Journal of the History of the Neurosciences, 21(4), 366-392. doi:10.1080/0964704x.2011.623917
-SCHILDKRAUT, J. J. (1965). The Catecholamine Hypothesis of Adfective Disorders: A review of Supporting Evidence. American Journal of Psychiatry, 122(5), 509-522. doi:10.1176/ajp.122.5.509
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